3.4. Evolución urbana de El Puig:
Desde
principios del siglo XX el espacio urbano de El Puig ha ido transformándose en
sus tres dimensiones, no sólo en lo que respecta al plano urbano y a la altura
de sus edificaciones, también en su topografía como consecuencia de la
expansión sobre las laderas de las montañas del Castell y de Sta. Bàrbara. Aquel pequeño núcleo que, alrededor
de 1910, tenía la forma de una estrella de tres puntas, ocupaba los espacios
más bajos entre los tres cerros urbanos, los dos anteriores más el que sirve de
soporte, como peana, del Monasterio. Hasta 1947 el crecimiento urbano se hizo
rodeando y, sobre todo, remontando las montañas, abriendo calles paralelas a
las curvas de nivel y con una tipología edificatoria de casa de pueblo. Entre
1947 y 1970 hay un cambio cualitativo en la extensificación urbana, ya no se
hace sobre las montañas sino sobre los campos de cultivo más próximos hacia el
sur y el sudeste de la población; siendo, quizás, el primer síntoma de la
debilidad de la agricultura frente a otras actividades que aparecieron en El
Puig y que provocaron un crecimiento demográfico importante con la consecuente
demanda de viviendas. En 1970 ya existían los primeros bloques de vivienda
colectiva, unas veces rellenando huecos o bien sobre los solares tras el
derribo de casas del casco urbano más antiguo. La década de los 70 fue
espectacular en el incremento del número de viviendas –no tanto en el espacio
residencial– pues prácticamente todo lo que se edificó en el núcleo principal
de El Puig fueron bloques de viviendas entre cinco y ocho plantas de altura, y también fue en esos escasos diez años
cuando se desarrollaron las urbanizaciones de la playa siguiendo el modelo del
turismo masificado, con torres de viviendas de hasta veinte alturas muy cerca y
a lo largo de la línea de costa, sin ningún tipo de coordinación urbanística,
para satisfacer una demanda de segundas residencias veraniegas de la ciudad de
Valencia y de los municipios de alrededor. Desde finales de los 60 y hasta bien
entrados los 80 en la parte más occidental del término aparecieron y se multiplicaron
las segundas residencias ilegales del proletariado urbano, amparadas en el
desamparo jurídico del suelo no urbanizable de esos momentos. En los dos
últimos decenios se ha duplicado la superficie urbana del núcleo principal de
El Puig para dar cabida a un número de nuevas viviendas similar al del decenio
precedente, ya que la tipología predominante ha sido la vivienda unifamiliar.
La morfología urbana de El Puig denota en su
evolución los distintos momentos sociales y también políticos por los que ha
transcurrido su historia. Lógicamente el emplazamiento también ha sido un
factor clave de ese paisaje urbano. Así hasta bien entrado el siglo XX el casco
urbano se había desarrollado entre las montañas respetando las superficies de
la agricultura más próximos, y seguramente tendría un tamaño similar al de
muchas decenas de años antes ya que su población, en una situación
pretransicional, vendría manteniéndose más o menos constante. La expansión
hasta 1947 continuó respetando la hegemonía espacial de la agricultura como la
actividad de la que dependía casi exclusivamente la población, la cual ya había
experimentado un impulso en su crecimiento vegetativo por el descenso de las
tasas de mortalidad (transición demográfica). De este modo el espacio urbano que
mostraba El Puig al terminar la primera mitad del siglo XX se caracterizaba por
la irregularidad de su trama debido a las exigencias topográficas y por una
tipología residencial de casas de pueblo
por la exigencia de la actividad agraria, las cuales estaban constituidas por
un pasillo central, tan amplio que permitiera el paso del carro, con
habitaciones en ambos lados y un espacio grande con chimenea que daba paso al
corral donde se ubicaba la cocina a un lado y la cuadra al fondo; el piso
superior servía generalmente de almacén.
En 1970 las cosas han cambiado, aunque la agricultura sigue siendo
la actividad principal, han aparecido otras que no sólo compiten por su espacio
de actividad, también lo hacen por el espacio de vida de su mano de obra y
esto, unido a la motorización y mecanización de la agricultura, permitió ocupar
espacios antes reservados a ella. Son terrenos llanos con una trama mucho más
regular en los que surgen los primeros bloques de viviendas y nuevas casas de
pueblo ya adaptadas a los cambios de la agricultura y del nivel de vida, es
decir, sin cuadras, con cuartos de baño, con acceso independiente a la parte
habitacional que ahora también ocupa el piso superior. En los siguientes diez
años, más que una expansión, lo que se produce es un rellenado de huecos o
parcelas vacías de la trama con edificios altos de viviendas para albergar a
los que han venido para ser fuerza de trabajo de la reciente industrialización
y de la modernización agrícola. En 1980 notamos ya los síntomas de una
segregación social del espacio urbano, no tanto de clase como de grupo; y
también un paisaje urbano de alto contraste en la edificación. A partir de esta
fecha el crecimiento se dispara, en sólo veinte años se duplica el espacio
urbano de El Puig, adoptando una trama ortogonal muy diferente, según el plan
parcial del que se trate, ya sea en la forma o en el tamaño de los
cuadriláteros (manzanas) que la componen. Pero ahora el derrame urbano obedece
a otras tendencias inmigratorias y esto se refleja en la tipología de las
viviendas, destinadas a un sector de población de mayor capacidad económica con
lo cual, actualmente, la segregación social del espacio ya no es sólo de grupo,
también de clase.